Brownie de chocolate y nueces (desayuno de domingo)

Buenos domingos a todos, hoy no me queda más remedio que traeros chocolate por doquier.
Y es que hoy en nuestro desayuno de domingo tenemos brownie de chocolate y nueces
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Sí, ya se que llevo 4 semanas consecutivas publicando ( y ejem comiendo ) recetas con chocolate, pero una tiene que sobrevivir de alguna forma y aligerar la ansiedad y el cabreo que nos produce cualquier noticia que se escapa mientras cambias de canal ( de Disney Channel a Clan TV ). Te despistas un segundo y ¡zas! Princesa ciega y sorda locamente enamorada de una rana ( su marido) y que de cuentas nada de nada…pero de cuento, mogollón.
Si a eso sumamos, los virus y parásitos que nos golpean sin piedad, el trabajo, y los inconvenientes que van surgiendo en el día a día sin buscarlos…pues o me doy al chocolate o mi salud mental lo va a lamentar.
A mi me funciona ;) al menos en parte, el cabreo sigue ahí. Pero debajo del chocolate, y cuando quiere aflorar otra vez, ale, eso es que necesitas otra dosis.

El fin de semana pasado este nivel ansioso llegó a su grado máximo el sábado, después de 1 mes a vueltas con la bajada de la rampa en coche o a pie. Llegó la declaración, ¿ y qué dijo ? Pues nada de nada, voy saludo, y muchos dientes, al estilo Pantoja.
Y para casita, muy tranquila y confiada, que para eso me ha dicho el Presi que todo va a ir chachi piruli.
Ufffff, cuánto chocolate necesito.
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Ya estaba yo mucho más tranquila el domingo, después de dos cookies, relajada como recién salida de una sesión de yoga.
La mañana transcurrió sin sobresaltos, en la tele sólo dibujos animados, paseo por el parque y comida tranquila. Nada especial.
Y a media tarde, cuando las pitufis ( y el pitufo) se dispusieron a ver una peli en la tele en el salón, vi yo el momento de máximo relax.
Me dispuse a enredar con un programa de diseño por ordenador. Decidí intentar hacer un póster para el cuarto de las peques. Tenía una hora y media por delante de paz y tranquilidad, con música y café. Todo perfecto. Esa calma que precede toda tormenta.
Tenía el póster casi terminado para el final de la película. Justo en el momento en que mi pitufi mayor vino a mi llorando pues tenía un terrible dolor de cabeza. Dejé mi diseño, y corrí a consolarla. Entre consuelo y las náuseas, la pobre vomitó en la cama. Si, y sobre todo lo que tengáis a bien imaginar. La niña a la bañera, y la lavadora echando humo.
Suerte que el dolor se le pasó rápido. Un ratito a remojo, pijama limpio, y en un momento dormía plácidamente.
Cuando el momento de estrés estaba remitiendo, bañamos a la pequeña. Y ya la tenía vestida y preparada para secarle el pelo, cuando en el enésimo repaso capilar ( después del enésimo aviso del colegio de que en su clase, los piojos han hecho su fortín ), voy y le encuentro uno. Lo juro, uno sólo. Pero la espiral en la que entra mi ser tras semejante hallazgo, no tiene parangón. El mes de octubre ya tuvimos visita, y se me ponen los pelos de punta de sólo pensarlo.
¡Hala! Al agua otra vez, y ahora con loción y gorro. Cuando ya la tenía arrugada como una pasa, tras el primer baño y el segundo, salió de la bañera tiritando.
No te preocupes, que te ponemos la estufa de aire y verás que calentita estarás. Esas fueron las últimas palabras que dije, pues acto seguido nos quedamos completamente a oscuras.
Se fue la luz.
Corrimos a subir el diferencial, pero estaba subido…no se disparó.
Abrimos la puerta del rellano, seguros que con la ciclogénesis dichosa, era cosa general. El rellano estaba completamente iluminado y el ascensor funcionando :(
La niña preguntando, ¿mami la luz? Eso me gustaría saber a mí

Por fortuna, mi marido había metido la cena en el microondas, por aquello de ir adelantando el retraso que llevábamos acumulado entre unas cosas y otras. Y la cena estaba templada. La niña cenó, pero nosotros no. Ni ganas.

Mientras yo la acostaba, obviamente, con el pelo mojado, mi marido lidiaba de forma muy amena con el servicio de averías de la compañía eléctrica.

«Si desea que le hablemos en castellano, pulse 7. Si quiere comunicar una avería, pulse 5. Dígame que número calza. Haga el pino. Repita su DNI. Si quiere que le pase con un operador, pulse 2…tiro-riro-tiro-riro ( música mega relajante). En este momento todos nuestros operadores se encuentran ocupados, vuelva a intentarlo más tarde.»
¡¡¡¡Oiga, que estamos a oscuras!!!!

Tres llamadas después ( unos 25 minutos ), por suerte, J dió con un ser vivo, que hablaba y respondía. Y que incluso nos tranquilizó, » si en 90 minutos no ha vuelto la luz, es que es cosa de fusibles y no podemos hacer nada». ¡¡¡¡¡Ay qué miedito!!!!! Y nos envío al Equipo de Averías, que si no los has visto nunca, llegan en un furgón igualito a los cazafantasmas.

En fin, como hacía buena noche, ( 2 grados y la ciclo génesis ). Javier decidió bajar a esperarlos por la calle, a ver donde demonios estaba la avería, y si eran los fusibles, a ver si con carita de pena, nos ayudaban en el trance.

Yo mientras, esperaba en casa. Y decidí que era el momento perfecto para comerme otro par de cookies, y ponerme a ver alguna revista de las que tengo guardadas en el iPad.

Así con el chocolate corriendo por mis venas, y el aroma a naranja que desprendía la vela, estuve a punto de conseguir relajarme. Pero la incertidumbre que da el apagón es más fuerte, y no te deja. ¿Cuantas horas estaremos sin calefacción ? ¿Y cuanto tarda en descongelarse un congelador repleto hasta las trancas? ¿ y si no vuelve la luz nunca jamás? ¿Nos congelaremos nosotros?

Por suerte, entre estos bonitos pensamientos, lo ví. Una imagen llamó poderosamente mi atención. Mi estómago, aterido por los nervios, comenzó a rugir con fuerza. La pantalla se iluminaba toda ella con un delicioso brownie de chocolate, cubierto de chocolate fundido y helado de vainilla. Fue como una señal. En ese instante volvió la luz. Unas dos horas y media después de haberse ido.

No fue el brownie exactamente, ya lo sé. Fue el señor de Averías, que tuvo a bien cambiar el fusible de nuestro contador que hay en el portal de casa. Yo creo que se decidió al ver la nariz de mi marido, entre roja y morada. Pensó que se le iba a caer y no quiso estar presente en tan doloroso trance. Eso, y que tenía buen corazón.

Poco a poco, todo fue volviendo a su ser. Todo, menos mi póster, claro. Perdido en el limbo virtual. Ainssss que rabia!!!!!

Ahora ya sabéis el porqué no me ha quedado otro remedio que publicar esta receta chocolatosa por cuarto domingo consecutivo. Es mi terapia.

Como mucho me temo que a vosotros también os pasan cosas semejantes, o parecidas, os dejo la receta para aliviar esas tensiones del día a día.
Y si quieres contar tus inquietudes en los comentarios, nos reiremos todos un poco, y hasta te podemos aconsejar ( échate a temblar)
Aquí la solución, vamos a ver los ingredientes que necesitamos.
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INGREDIENTES

– 120 gramos de azúcar
– 3 huevos
– 100 gramos de mantequilla
– 75 gramos de harina
– 50 gramos de nueces
– 250 gramos de chocolate negro ( yo pongo al 70 % de cacao )

Preparación TRADICIONAL

Enciende el horno a 165 grados, calor arriba y abajo

1. Funde el chocolate con la mantequilla.
2. Bate bien los huevos con el azúcar.
3. Mezcla los ingredientes de los pasos 1 y 2.
4. Añade la harina y las nueces, y revuelve hasta que se integren bien.
5. Unta un molde plano con mantequilla
6. Vierte la masa y hornea a 165 grados durante 20-25 minutos

Y ¡¡¡a disfrutar!!!
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Nota: Está mejor de un día para otro, y ligeramente templado. ( Unos segundos al microondas )
Es muy muy chocolatoso, perfecto si te chifla el chocolate.
Si no te gusta el chocolate negro, y lo prefieres con leche, ajusta la cantidad de azúcar para que no quede muy dulce.
Como postre, ponle una bola de helado de vainilla. Queda perfecto.
Esta receta corresponde a la del brownie que suelo hacer en casa, no es de la revista que os comentaba antes.