Ya os he contado muchas veces que me encanta hornear, hacer masas, dejar que leven y disfrutar del olorcillo que desprenden mientras están en el horno. Y ¡comerlas!
Todo empezó hará unos 4 o 5 años que nos compramos un robot de cocina que amasa, entre otras mil funciones maravillosas que hace, (que me desvío del tema, otro día, las bondades del cacharro;).
Poco a poco me fui enganchando, al principio me salían sólo aceptables de comer ;), el principal problema era que añadía harina hasta que la masa no se pegaba…y otro, que no esperaba lo suficiente que hiciera el segundo levado. Y claro, me salía apelmazada la masa.
Tan malas no estaban porque lejos de suponer el abandono por mi parte, cada vez me llamaba más la atención el preparar masas. Las hacía todas iguales, redondas y sin mucha forma, o rizando el rizo, las metía en un molde y ¡hala! con forma ;)
Tras mil vídeos en Youtube, comprar y leer libros, (Lepard y Bertinet) y descubrir a Iban Yarza en Robin Food ( con David de Jorge), ¡ah! Y practicar mucho mucho, fui mejorando los resultados. Además, en casa, mi público más difícil que son mis hijas, lo devoraban. No dejaban ni las migas y claro, eso motiva mucho.
Os cuento esto porque a veces puede parecer que hacer pan es complicado, y en general hay panes que se hacen sin complicación ninguna. Aquí, una muestra, es el pan rústico que hice y que no requiere amasado.
Este de hoy es muy sencillo también, en esta ocasión he amasado a mano, 10 minutos entre mezclar y amasar. El resto, tiempo de levado.
Tenéis que contar que este pan lo tendréis listo para comer en unas 4 horas. Esto sí es muy importante, pues si no calculamos bien, igual nos queda la masa lista para hornear a las 12 de la noche. Y claro, ya para cenar…un poco tarde;)
La receta de la focaccia que os enseño es de Richard Bertinet, he hecho una pequeña variación, pero en esencia es suya.
¡Vamos con la receta!
El único consejo que os puedo dar es que tengáis paciencia, el pan se hornea cuando está listo. Hay que esperar, y comer cuando sea su momento. Por eso, el panadero que hace pan de verdad, prepara muy temprano y hornea a media mañana. No es posible tener pan a cualquier hora, si hacemos la masa. Otra cosa es lo que nos venden como pan, procedente de preparados congelados…pero esto también da para mucho hablar. Otro día.
A lo que iba, para hornear el horno debe estar muy caliente, a 250 grados, si podemos.
Y a ser posible, generando vapor en los primeros minutos para que se forme una buena corteza.
Podemos producir un poco de humedad con un pulverizador de agua en el momento de meter la masa. O también podemos colocar una bandeja sobre el suelo del horno mientras precalentamos, así estará muy caliente. Un poco antes de meter la masa, echamos un puñado de cubitos de hielo sobre la bandeja. Al momento, introducimos nuestra masa, deslizándola sobre otra bandeja que tendremos caliente dentro y a una altura media de nuestro horno.
A los 5 minutos, bajamos a 210 grados y la dejaremos así otros 15 minutos. A los 20 en total, la tendremos lista.
Con esta exquisita focaccia podemos hacer un bocata como el que os enseño, que ya es de lujo total.
Abrís por la mitad vuestra focaccia, ponéis unas rodajas de tomate, lechuga variada, un buen trozo de queso gorgonzola y un par de filetes de pechugas a la plancha. Ideal para un picnic, o una cena informal.
Como salen dos focaccias, igual os sobra para el día siguiente. La podéis meter un poco a la sandwichera, y queda perfecta otra vez.
¿Se os ha hecho la boca agua? Bueno, que tiene remedio. ¡Ya tenéis la receta!
Con esta receta participo en el Concurso de agosto de La Cuinera, os dejo su enlace donde podéis ver los requisitos por si os animáis. Y el resto de propuestas, veréis el montón de ideas de comida para un picnic.
Me despido hasta el sábado que volveré con el robo del Asaltablogs.
¡Hasta el sábado!